• La Verdad del Sureste |
  • Jueves 28 de Marzo de 2024

COMERCIO INFORMAL EN LAS CALLES


ANA KAREN HERNANDEZ MENDEZ


Las calles de las ciudades latinoamericanas en general y las zonas de mayor influencia de gente en particular, evidencian una realidad: la presencia cada vez más numerosa de personas dedicadas al comercio del ambulantaje. Es un fenómeno que se vive a diario y que forma parte de nuestra cotidianidad en tanto lo asumimos como normal. Aunque, si bien es cierto que este tipo de comercio no es algo novedoso en nuestras actualidad, no lo es menos el hecho de que en las últimas décadas ha aumentado considerablemente y, de ser un fenómeno económico-social, ha pasado a ser un serio asunto de gobernabilidad para los funcionarios de todos los niveles .Sin embargo, dada la relativa novedad de la problemática, no tenemos aún estudios serios que la aborden, expliquen y/u ofrezcan alternativas ni desde los gobiernos.
    Esto ha hecho que los  gobiernos tengan una incapacidad de atraer inversiones productivas capaces de generar empleos bien remunerados y la ausencia de esquemas fiscales que favorezcan una recaudación equitativa donde los que más perciben paguen mayores impuestos ya que  la mayor asfixia de las economías internas, es la ausencia de empleos dignos para grandes capas de la población. Tan lógica, exacta y comprobable es esta argumentación, que hasta parecería una ecuación matemática: una cosa sumada a la otra daría como resultado, indudablemente, el aumento de la pobreza, el desempleo y, por ende, la proliferación de los vendedores en la calle. De acuerdo a la OIT (Organización Internacional del Trabajo), el empleo informal está creciendo en gran parte del mundo en desarrollo, América Latina incluida, donde 47 por ciento de los trabajadores en 2003, año de la última medición, estaban en el sector informal, contra 43 por ciento en 1990.
     Un ejemplo seria  la forma en la cual los gobiernos latinoamericanos hicieron frente a la crisis del capital mundial de la década de los ochenta incluyó una serie de “ajustes estructurales” que reconfiguraron la propia estructura del Estado. No solamente disminuyeron drásticamente los presupuestos para importantes rubros del gasto social como salud y educación, hecho que ya de por sí hacía vulnerables a millones de personas y les impedía ejercer derechos básicos plasmados en leyes internacionales; también se privatizaron empresas estatales que dejaron en el desempleo a miles de trabajadores.
    En el año 2005, cuando el problema del ambulantaje alcanzaba un punto crítico y ya se contaba con estadísticas para exponerlo, denunciaron que en los dos años anteriores el comercio ambulante había crecido a ritmo de 9 por ciento anual, muy por encima del dinamismo del producto interno bruto nacional que en 2004 fue de 4.4 por ciento. Decían también que los ambulantes conforman 78 por ciento del comercio informal del país y calculaban en 600 millones de pesos mensuales (poco menos de 60 millones USD) las cuotas que pagaban a autoridades corruptas para su protección.
    Asimismo, se denunciaban que tanto el ambulantaje, como el contrabando y la piratería seguirían siendo problemas mientras los vendedores informales representen votos potenciales para partidos y autoridades. Tasaban en 110 mil millones de pesos (cerca de 11 billones USD) pérdidas anuales de los vendedores establecidos y advertían que el comercio en la vía pública de productos robados, piratas y de contrabando.
     Pero ¿qué debemos entender cuando nos referimos al comercio informal o a los comerciantes ambulantes? En primer lugar debemos decir que ambos términos corresponden a  individuos que, de alguna u otra forma, trabajan en actividades en la economía informal. Se le denomina de esta forma al tipo de actividad económica que no cumple con las regulaciones marcadas por las leyes, es decir, que no está formalmente constituida y por ende, no paga impuestos ni servicios. Por definición, la economía informal es ilegal, pues de ella forman parte tanto los comerciantes ambulantes como los fabricantes de productos pirata, los narcotraficantes, los contrabandistas y los vendedores de armas, entre otros. Sin embargo, la actividad comercial no registrada ante las autoridades, a la que denominamos “comercio informal”, es más permitida y aceptada por las propias autoridades.
    El comercio informal no se realiza necesariamente en la calle; puede tener lugar en casas, habitación propia o, dada su naturaleza, puede no tener propiamente un espacio para realizarse.
 La mayor parte del comercio informal es el que llevan a cabo los comerciantes ambulantes, llamados así en tanto que no siempre tienen un lugar fijo para vender sus mercancías. Los “ambulantes” son los que ofrecen sus mercaderías en las aceras, en la calle, en las estaciones del tren subterráneo, en mercados, parques, paraderos de autobuses, clínicas, centros de espectáculos y cruceros de calles, donde se ubican los semáforos. Por eso, cuando se habla de ambulantes necesariamente se habla de comercio informal y de economía informal.
 Sin embargo, la voluntad política no es suficiente. Está muy comprobado con personas que trabajan del ambulantaje que los propios inspectores de vía pública, funcionarios y policías federales y locales protegen el crecimiento anárquico de esa actividad. Además, siguen siendo constantes los testimonios de los dirigentes del comercio informal donde se denuncia a los inspectores que pasan la charola a diario (cobran cuotas todos los días), a los policías que extorsionan a líderes o ambulantes así como la venta nocturna de mercancía .como otros testimonios que prefieren tenerse en el anonimato, dicen que los vendedores ambulantes tienen derecho hacer sus ventas siempre y cuando se encuentre en un lugar ubicados y con sus permisos.