• La Verdad del Sureste |
  • Viernes 19 de Abril de 2024

DE COMPARECENCIAS E INTERPELACIONES


EMMANUEL RUIZ SUBIAUR


Las comparecencias son más que una obligación señalada por la Constitución del Estado y la Ley Orgánica del Poder Legislativo. Este acto por el cual la Soberanía del Congreso cita a rendir cuentas a algún servidor público, ya sea ante el Pleno o a las Comisiones, significa para la ciudadanía mucho más que un requisito legal; por la seriedad que conllevan, se vuelven un acicate para los servidores públicos citados a comparecer.
    Ya sea en modalidad de glosa, para ampliar la información que el Titular del Ejecutivo exhibe como obligación legal cada año en su Informe, o por determinación independiente del Poder Legislativo –que en Teoría del Estado, se reputa como el Primer Poder (ya que en él se concentra la representación del pueblo y del ciudadano)-, las comparecencias tiene una significación toral para la democracia y el adecuado desenvolvimiento de un régimen de derecho.
    En este escenario se vierten cuentas, opiniones, razonamientos, justificaciones y alientos. Es por este conducto por el cual se puede cuestionar directamente a los encargados de diversos ramos fundamentales para la vida política del Estado. Sin importar el formato que se establezca, demuestra dos cosas: a) la voluntad política y b) esclarecimiento y aireamiento de clamores sociales.
    Del filón de la voluntad política debemos identificar tres: 1) la de los legisladores de hacer venir a comparecer a los servidores públicos (y de determinar cuáles, del universo de posibilidades, deberán asistir); 2) la del servidor público compareciente (-que si bien es cierto, en el momento que se acuerda por algún Órgano del Congreso citarle a comparecer se vuelve obligación su comparecencia-, también es cierto que, en uso de diversos mecanismos pudieran postergar, manchar o incluso impedir su asistencia); y 3, una tercera voluntad, la cual consiste en la voluntad del Titular del Poder Ejecutivo (ya que, en el caso específico de citar a un Secretario del Gabinete del Gobernador, de conformidad con la Constitución Política del Estado el Gobernador tiene la última voz, pues sin importar lo qué decida el Congreso, él puede acordar si comparecerá o no.
    En 2016 la pasarela de servidores públicos comparecientes al Congreso del Estado no ha sido exclusiva del mes de diciembre; diversos titulares de dependencias fueron citados a comparecer ante las Comisiones Ordinarias con anterioridad (aunque comparecer ante Comisiones no es un acto tan solemne e investido de tal importancia como quienes acuden al Pleno a ampliar la información del informe de Gobierno).
    Detecté que los Secretarios tienen su estilo único para comparecer, y es aún más notorio su estilo para contestar las preguntas. Hay quienes agotan el tiempo exacto que se les concede para responder; hay quienes incluso estiran el formato y se extienden de este tiempo, y hay quienes por ningún motivo se acercan al final del cronometro. Otros evaden la pregunta o precisar datos en su respuesta; unos resultan actuar como políticos a la vieja usanza, otros como políticos de nueva manufactura; otros más, responden técnicamente.
    Realmente el comparecer ante el Pleno del Congreso pone nervioso a algunos aunque en todos los sentidos se dan cuenta de la gran oportunidad que les representa el lucirse y atraer los reflectores. Las comparecencias, a diferencia de los Informes, permiten que el servidor público tenga su momento de gloria –o de debacle-; hacer una buena comparecencia califica al servidor público.
    En el caso de los Informes, éstos son normalmente entregados por escrito, de tal manera que en ellos no luce el compareciente. La consigna parece ser: ¿quieres los reflectores?, sométete a las preguntas y a dar respuestas en una comparecencia; ¿no quieres reflectores?, simplemente rinde por escrito tu informe.   
    Sin importar la formación de los comparecientes, y sin encasillarlos en un estilo de meramente técnicos o políticos -o un equilibrio entre estos dos estilos-, lo que es cierto es que por este mecanismo la ciudadanía -e incluso los demás servidores públicos- no esperamos datos únicamente cuantitativos, no esperamos cifras frías que bien pudiéramos consultar en los portales de transparencia o en informes escritos, lo que se espera es el aspecto cualitativo; es decir, no una decisión o un índice, sino el por qué se tomó alguna decisión o por qué se movió ese índice; no el por qué salimos mal o bien en algún indicador, sino el qué pasó para que se diera ese resultado, quien tuvo la culpa, y más importante aún, qué se hará para revertirlo.
    Pero este escenario óptimo de aprovechar las comparecencias no depende únicamente de los servidores públicos, y por ningún motivo depende de un formato: la responsabilidad depende en gran medida de los legisladores, de que las preguntas sean serias sobre temas objetivos.
    Caer únicamente en un cumulo de datos negativos razonados desde el punto de vista de quien pregunta, rematando con un ¿Qué piensa hacer ante todo esto señor?, resulta perder el tiempo. Quien pregunta así, busca únicamente exhibir y no saciar ninguna duda de la ciudadanía. Así, tanto los aliados como los opositores llevan un gran compromiso. En este diciembre en las comparecencias, los opositores al régimen de Núñez, quedaron debiendo mucho.