• La Verdad del Sureste |
  • Viernes 19 de Abril de 2024

CON ABISMAL DESIGUALDAD, NO HAY FUTURO POSIBLE


VIRIDIANA GORDILLO MONTEJO


La importancia del voto ha ido perdiendo fuerza en México desde el 2000, por dos razones esenciales: a) el avance de la pobreza y la desigualdad b) el mal desempeño de los partidos políticos y de los gobiernos, lo que ha generado un creciente distanciamiento entre estos y gran parte de los votantes, ocasionando la aparición creciente de nuevas formas de expresión ciudadana, como el abstencionismo y el voto nulo. Existen un buen número de ciudadanos desencantados y desilusionados de la utilidad de la democracia representativa y electoral, del funcionamiento de los partidos y sus candidatos. Contar con el derecho al voto y hacer efecto tal derecho, cambia las sociedades, las hace más democráticas, más plurales, más abiertas al cambio, a los deseos y aspiraciones de progreso, crecimiento y desarrollo; da la oportunidad al cambio.
    Recordemos que todo voto emitido por un ciudadano vale y cuenta lo mismo que cualquier otro voto, sin importar quien lo haya formulado y cuales sean sus condiciones de vida o el lugar que ocupa en el escalafón social. El voto es un mecanismo indispensable y sumamente importante para que los individuos expresen sus intereses, necesidades y en busca de ellas, otorguen su respaldo a los grupos políticos que las abanderan.
    El resultado de esas expectativas que tenemos en la sociedad debe dar para que salir a votar tenga resultados en nuestro beneficio. Por el contrario, si el voto no cuenta, nos invade la desilusión. Quienes forman parte de las agrupaciones políticas cuyo interés no se centra en la mayoría propician el abstencionismo; buscan que el electorado –una parte mayor o su totalidad- diga: no voy a votar porque al final siempre ponen a quien quieren.
    Un elemento central de la democracia electoral es que, para que esta se dé y funcione, el lectorado debe estar informado; de otra forma, desinteresada y sin información, la gente que vota no lo hace de una forma consciente; solo venden su voto por un beneficio momentáneo. Estos problemas lo tenemos a la vista. Después de 12 años de gobiernos panistas en el ámbito federal -con Vicente Fox en 2000-2006 y Felipe Calderón en 2006-2012-, y ahora con Enrique Peña Nieto -en 2012-2018-, como presidente, lo que impera es la decepción, el desconcierto, la insatisfacción, una gigantesca desafección política y una gran fuerza de desconfianza. Para eso intencionalmente han trabajado los gobiernos federales: desestimular la participación ciudadana.
    Otra forma de buscar el abstencionismo, es aumentando la desigualdad. Los gobiernos panistas y priistas han logrado fundar un abismo entre las características económicas de la mayoría. Gobiernos del pri y del pan no combaten la pobreza; reducen a su mínima exprtesión el gasto social y no generan política pública de reparto equitativo de la riqueza. Para ellos, la pobreza de la población es un arma de control. PRI y PAN, requieren más pobres para usar su pobreza como instrumento electoral. La desigualdad es una realidad nacional que suele estar alejada de los discursos políticos y de los sondeos de opinión. Con razones de sobra, a los mexicanos nos preocupa, principalmente, la situación de estancamiento económico, la ausencia de mecanismos suficientes para asegurar desempeños éticos de las autoridades o el contexto de violencia e inseguridad persistente en distintas regiones del país. Al PRI y al PAN, eso no les importa más que para ganar las elecciones con la compra del voto. Migaja para un día y miseria para seis años.
    La desigualdad es una condición que conlleva efectos transversales preocupantes. En la arena política genera, bajo respaldo a un sistema democrático de gobierno y, en consecuencia, falta de credibilidad al funcionamiento de las instituciones. Y un fenómeno que hace 100 años vivimos: el estallido social. Y todo aquel que piense o crea que los mexicanos no estamos al borde del estallido social, se equivoca. Una nata de no más de 2 mil familias son poseedores del 98 por ciento de la riqueza en el país; los gobiernos han dilapidado el patrimonio nacional o lo han entregado a capitales exctranjeros; más de 58 millones de mexicanos viven en pobreza –de 119 millones que somos-; casi 25 millones de mexicanos viven en la miseria con ingresos de no más de 14 pesos al día; cada año mueren entre 5 y 5.2 millones de niños y adultos, por hambre. La desnutrición se enseñoréa en casi 20 millones de mexicanos. Por eso hay que preguntarle a los que propalan afirmaciones de ignorancia: ¿El PRI y el PAN nos han llevado a vivir como los suizos, los alemanes o los gringos? Tienen temor inducido a vivir como Venezuela ¡pero si ya hace décadas la mayoría de los mexicanos vivimos peor que ellos!