• La Verdad del Sureste |
  • Jueves 28 de Marzo de 2024

El dólar y el modelo económico


BRASIL ACOSTA PEÑA



Doctor en economía por el Colegio de México (COOLMEX)
 con estancia en investigación en la Universidad de Princeton,
 fue catedrático en el Centro de Investigación y Docencia económica
 y articulista en la revista económica Trimestre Económico.

El contexto internacional afecta sobremanera a nuestra economía en virtud del modelo económico neoliberal adoptado por las clases dominantes de nuestro país, por su propia conveniencia, pero también presionadas por los poderosos intereses del imperialismo norteamericano, disfrazado de opiniones o “recomendaciones” de organismos internacionales creados ex profeso como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
    La culpa es de los que con fe ciega han aceptado este modelo económico y lo han puesto en práctica por encima de las clases trabajadoras, sin su consentimiento y en su prejuicio, pues aceptaron como premisas del modelo  nuestra dependencia con los Estados Unidos y una dependencia perniciosa del petróleo para financiar las arcas del estado mexicano.
    En el primer caso, el 80 por ciento de nuestras exportaciones van a parar a Estados Unidos y hoy en día la primera fuente de divisas procede de las exportaciones del sector primario, es decir, del sector agropecuario, forestal y pesquero; en el segundo caso, el 30 por ciento de los ingresos del Estado provenían de lo que le sacaban a la gallina de los huevos de oro negro: del petróleo, pues además de que se recauda poco en términos generales, mucho dependía de Pemex: el 18 por ciento del PIB se recaudaba antes de la reforma energética incluyendo los ingresos petroleros; sin embargo, la cifra se reduce al 10 por ciento del PIB si sólo consideramos el impuesto sobre la renta y bienes y servicios (Brasil recauda el 32 por ciento y Argentina el 30 por ciento del PIB), es decir, cerca del ocho por ciento del PIB era impuesto recaudado por la vía del petróleo.
    Esta doble dependencia es la que hoy nos tiene con el alma en un hilo, pues cualquier inestabilidad en la economía norteamericana y mundial golpea con mucha fuerza a nuestra nación,  pues aunque se diga que las principales variables macroeconómicas están estables, ya no estamos blindados, cómo se ha dicho, a juzgar por la devaluación de nuestra moneda.
    Como prueba de esta dependencia y de que la reconocen pero la defienden las autoridades está la declaración del entonces secretario de Hacienda, hoy gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, quien dijo que si Estados Unidos estornudaba, nosotros nos resfriábamos.
    Así, hoy nuestra economía depende de las decisiones de otros y con la llegada de Trump, basada en ese neoproteccionismo anunciado, el escenario se complica, lo mismo por nuestra dependencia de las gasolinas que usamos y no producimos, 60 por ciento de ellas; así como de otros productos de los que dependemos; las amenazas de Trump ya han tenido efecto directo en la cantidad de dólares que no han llegado a la economía mexicana, han reducido la inversión extranjera directa de algunas empresas.
    La menor cantidad de dólares en la economía eleva la presión sobre el peso mexicano, pues como la economía mexicana está basada en el libre juego de la oferta y la demanda de dólares, su disminución en el mercado se encarece su precio.
    La circulación del dólar también ha disminuido al incrementarse el precio del petróleo a lo largo de todo el año;  la fuga de dólares derivada de la necesidad de importar gasolinas o derivados del petróleo, impide una relación favorable con el peso mexicano y esta situacion se agudiza con la disminución de la producción de petróleo en los últimos tiempos (en 2016 hubo una disminución del siete por ciento en la producción de crudo y la producción de gas cayó en un 13 por ciento).
    Dada la crisis que afecta a los Estados Unidos, se va a reducir la cantidad de dólares enviados a México en calidad de remesas, pues en el último año, aunque creció a 25 mil millones de dólares, cifra que superó los ingresos del petróleo, en este año toma posesión como presidente Donald Trump, y amenaza con decomisar o gravar las remesas de nuestros paisanos.
    Por último, la famosa “volatilidad” de los mercados y el aumento del riesgo para las inversiones en México, han hecho que salgan capitales a buscar mejores rendimientos en otros países, lo que ha presionado al Banco de México a incrementar las tasas de interés en nuestro país para evitar la fuga de capitales especulativos, aunque no ha logrado mucho con ello.
    Efectivamente, de 2015 a la fecha ha habido una pérdida de capitales de ocho mil 481 millones de dólares, lo cual representa una fuga del 41 por ciento con respecto a lo que se tenía en 2015.
    Otra medida que utiliza el Banco de México para mitigar la caída del precio del dólar consiste en subastar dólares para que haya una mayor oferta y ello baje el precio.
    Dicha medida afecta las reservas internacionales cuyo nivel, al cierre de 2016 es el más bajo desde 2013.
    Una nota del periódico El Economista afirma: «La reserva internacional del Banco de México cerró el 2016 en 176 mil 542 millones de dólares, que es el nivel más bajo registrado por este activo desde el 2013».
    Es por eso que el dólar está en su nivel más alto en los últimos años: 22.3 pesos la unidad, y esto afecta la economía doméstica pues aquellos productos que importamos (poco más del 40 por ciento de los alimentos proceden del exterior), han subido de precio y entre ellos está la gasolina, lo cual presionará los precios a la alza.
    Como se ve, el problema es el modelo económico cuyos defensores han decidido, lamentablemente, mantener la economía enganchada al mercado norteamericano y dependiendo significativamente de sus innovaciones tecnológicas, lo que nos ha dejado en un rezago significativo; han decidido mantener una clase trabajadora poco educada y orientada al sector servicios.
    El problema es que se acabó la gallina de los huevos de oro negro, pues ya se cambió con la reforma energética el régimen fiscal que hacía que el Estado tuviera importantes ingresos por el impuesto que se le cobraba a Pemex, ahora apenas tiene condiciones para iniciar sus procesos de inversión, pero con un rezago de más de medio siglo. Es necesario, por tanto, cambiar el modelo económico de este país, por un modelo que garantice a todos empleo, mejores salarios (remuneradores, como dice nuestra Constitución), que obligue a las clases poderosas a contribuir más mediante una política fiscal progresiva y un gasto social con una nueva orientación que tienda a favorecer a las grandes mayorías, pues hasta ahora son éstas las que crean la riqueza, pero no disfrutan de ella.
Las medidas que se han tomado eran de esperarse pues tienen el propósito de perpetuar el modelo económico; sin embargo, en un sistema democrático como  el nuestro, a la vez que se agota el modelo económico, se agota el sistema político.
Por ende, si las grandes mayorías organizadas toman en sus manos el proceso político, luchan por el poder público por la vía democrática, ganan y comienzan un proceso de cambio del modelo económico, este país se salva de la ruina; de lo contrario, un proceso de descomposición acelerado puede llevar a que el país caiga en manos de la violencia y el desorden. La tarea es clara: hay cambiar el modelo económico.