• La Verdad del Sureste |
  • Viernes 19 de Abril de 2024

Por decreto


Por Uriel Tufiño



@UTufigno

Para las nuevas generaciones, que gustan llamarse “millennials” o generación del milenio, cuyo rasgo característico es haber nacido en las últimas dos décadas del siglo XX y estar altamente “tecnologizadas”, la devaluación del peso –o depreciación, según los puristas del lenguaje económico- es un fenómeno que no habían vivido o al menos no con la consciencia que lo viven al día de hoy.
    Quienes somos de generaciones un poco menos jóvenes, sabemos lo que es hablar del incremento diario en el tipo de cambio entre el dólar y el peso. Muchos recordamos la legendaria paridad cambiaria de 12.50 pesos por dólar, paridad que duró varios años hasta que el destino económico nos alcanzó. En los últimos días del gobierno de Luis Echeverría comenzó una bonita tradición: el peso tendía a moverse, cual bailarín, en el último tramo de los sexenios.
    El único momento de estabilidad fue en la transición de los gobiernos panistas; por las razones que hayan sido, ni Fox ni Calderón enfrentaron momentos de sobresaltos de la moneda mexicana. Todo en aparente calma, hasta que regresó el viejo partido.
    Desde hace varios meses, diversos analistas estimaban que para fines de este año el tipo de cambio llegaría a los veinte pesos por dólar, pero no, dicha paridad cambiaria se logró en el mes patrio, como para que duela más. Un apreciado amigo, a quien considero una persona sensata a pesar de que preferimos portar diferentes colores de playeras, me dijo que él creía que la muerte de Juan Gabriel bien pudo no haber sido casual. No se los contaría si no supiera que mi amigo no es dado a las “teorías de la conspiración”.
    Una parte de quienes creen estar informados sólo repiten lo que escuchan de otros desinformadores profesionales. De esta manera se construyen los mitos y las afirmaciones gratuitas que, a fuerza de repetición, se vuelven verdades. En materia económica se tiene como verdad que las peores épocas de inflación y devaluación se vivieron con López Portillo. Pues no, se vivieron en el gobierno de Miguel de la Madrid, y por mucho.
    En aquellos días en que De la Madrid sentaba las bases constitucionales de los futuros gobiernos neoliberales, la distorsión de la economía alcanzó niveles sin precedentes. Había ocasiones en que los precios de los productos sufrían incrementos el mismo día. Cualquier cosa costaba miles de pesos y la palabra “millones” había perdido sentido.
    Sólo por dar ejemplos: tengo a la vista una factura de un auto modelo 1983 (que ni es un Ferrari ni un Porsche), cuyo costo de adquisición fue de un millón doscientos treinta y cinco mil pesos; el precio de un disco comprado en 1987, veinte mil pesos; o una cuenta de ahorro de 1990, por un monto de veintinueve millones de pesos. 
    Las carteras eran insuficientes para guardar tantos billetes y hasta los espacios en los formatos para presentar declaraciones fiscales tampoco alcanzaban para anotar las cantidades a pagar. El poder adquisitivo de las personas, lo que más duele, sufrió una severa caída cuyos efectos se resienten hasta la fecha. 
    Si López Portillo entregó a su sucesor el tipo de cambio en 148.50 pesos/dólar, a finales de junio de 1992 el tipo de cambio era de 3,123 pesos por dólar. Para contener los efectos de la depreciación de la moneda, Carlos Salinas tuvo la “genial” idea de quitarle tres ceros al peso (muchos se la creyeron).
    Mediante un decreto de junio de 1992, Salinas creó “una nueva unidad del sistema monetario de los Estados Unidos Mexicanos equivalente a mil pesos actuales”. Dicha unidad conservó el nombre de “peso” y se dividió en cien “centavos”. Es decir, lo mismo, pero más barato.

Catorce años después, el dólar llegó a su máximo histórico: 20 pesos por dólar, pero si consideramos los tres ceros que el gobierno de Salinas retiró de manera artificial de la economía, en realidad estamos hablando de un tipo de cambio de 20,000 pesos por dólar. Hagamos cuentas y cobremos la factura.

En sus momentos cumbres de histrionismo, José López Portillo pidió perdón y ofreció defender el peso “como un perro”. Enrique Peña ya pasó por lo primero: pidió perdón por la “Casa Blanca”. ¿También dirá: “nos han saqueado, no nos volverán a saquear”? ¡Guau, guau!