• La Verdad del Sureste |
  • Sábado 20 de Abril de 2024

EL PRECIO DEL DÓLAR


Brasil Acosta Peña


Recibimos el año nuevo con la noticia de la nueva reforma fiscal de Estados Unidos (EE. UU.) que pretende, como era de esperarse, cumplir una de las amenazas planteadas en su campaña tendiente a favorecer los intereses de los más poderosos de la nación norteamericana. De nadie es desconocida la pretensión de Trump de favorecer a los poderosos y promover acciones en contra de los débiles que se reflejan en el famoso muro que “de algún modo han de pagar los mexicanos”; la deportación de indocumentados o el ataque a los dreamers y recientemente el retiro de la amnistía a 200 mil salvadoreños que si no arreglan su situación migratoria tendrán que regresar a su país.
    Cierto es que se había topado con la pared de la negativa de varios sectores poderosos de los propios opositores a sus acciones en torno a varias de sus proposiciones, dado que no tiene el consenso de todas las clases poderosas de aquella nación y, por lo mismo, se revela que ahora que sí lo consiguió, ello se debe a que su proposición beneficia a las clases poderosas de EE. UU. en su conjunto y en eso coinciden todos a costa de los desprotegidos.
    La reforma fiscal que plantea Trump busca favorecer a los poderosos al bajar los impuestos a los más ricos y a las empresas del 35 al 20 por ciento, pues tiene la intención de atraer la inversión en el corto plazo, es decir, aquellos capitalistas norteamericanos que teniendo sus inversiones en otros países son llamados mediante esta reforma a que abandonen esos países, se instalen en EE. UU., generen empleos y consigan así una mayor competitividad en la inversión debido a la reducción de costos gracias a esa baja de impuestos. Así planteadas las cosas, “suenan bien”, pero antes de que veamos las consecuencias de esta reforma en EE. UU., veremos los efectos que ya tiene sobre el peso mexicano. En relación con el peso mexicano, podemos decir que la afectación es directa en virtud de que la atracción de inversión de capitales por EE. UU. compite evidentemente con México y dado el clima de inseguridad que se ha dado a conocer en todo el mundo, el problema se agrava, pues deja de ser México un destino atractivo para la inversión directa de capitales. Este suceso genera expectativas favorables para EE. UU. y desfavorables para nosotros, expectativas que se reflejan, en parte, en la presión sobre el precio del dólar que hoy se cotiza en 19.41 pesos, cerca de la barrera de los 20 pesos.
    La fuga de capitales, derivada del incremento de las tasas de interés de EE. UU., provocó en 2017 la mayor salida de capitales desde 1995. Tal es así que solo entre abril y junio de 2017 la cartera captada a través de instrumentos del sector público se redujo en dos mil 972 millones de dólares. Esta salida de capitales presiona a la economía mexicana, pues entre menos dólares haya en la economía, más se eleva el precio del dólar. Pero otro elemento que ha impulsado la reducción de dólares en la economía mexicana y que la tiene al borde de la crisis, es el bajo nivel de precios del petróleo. Como vimos, desde 2008, año de la crisis mundial, el precio de la Mezcla Méxicana, alcanzó los 84.382 pesos; desde entonces, de 2010 a 2012, estuvo por encima de la barrera de los 100 dólares por barril; sin embargo, en 2014 comenzó a bajar hasta situarse, en 2015 en 43.286 dólares.
    De enero de 2017 a diciembre del mismo año, pasó el precio de 45.75 dólares por barril, y a la fecha se encuentra en 56.19 dólares por barril, es decir, a lo largo de 2017 observó un incremento del 24 por ciento, pero no ha llegado a la barrera de los 100 dólares por barril. Pero en el año 2017 se observó una caída en la producción, cuyo monto es equivalente a cerca de 500 mil barriles diarios desde 2015 a la fecha, es decir, hay una disminución en la recaudación de dólares, pese al incremento del precio.
    Las remesas alcanzaron récord histórico, pero no son suficientes para revertir la salida del capital y la reducción de la producción del petróleo, así como el bajo precio del mismo. En 2016 se recibieron 26 mil 972.4 millones de dólares y se esperaba que en 2017 se superara la barrera de los 27 mil millones de dólares.
    Finalmente, ante la incertidumbre del acuerdo de libre comercio con América del Norte, mejor conocido como el TLCAN, se esperaba la reducción de las expectativas de inversión en nuestro país, y con ello  un incremento en la presión del dólar.
    Como se puede ver, el panorama no es alentador, pero, al mismo tiempo, no se trata de un problema que afecta única y exclusivamente a nuestro país, sino que se augura un panorama internacional desfavorable que afecta también a EE. UU., pues las inversiones que pretende Trump atraer a su país no podrán responder como se esperaría, pues la especialización de la producción de aquel país está orientada a la tecnología o bienes elaborados con ésta, lo que refleja que seguirán dependiendo de los bienes de consumo directos procedentes de China; y por lo tanto los empleos que se pudieran generar con la repatriación de capitales serán de bajo nivel, de baja paga y no mejorarán la capacidad adquisitiva de los norteamericanos; así, la crisis de la tratan de escapar a toda costa los aplastará como la ola, de forma inevitable y contundente.
    El precio del dólar está enmarcado en este contexto y los síntomas de que las cosas no van bien para nuestro país fueron ya descritos; pero hace falta agregar la inflación como otro de sus testigos, que como se sabe, ha alcanzado niveles no vistos en la historia reciente del país, hasta alcanzar 6.77 por ciento. No está por demás recordar a nuestros amables y pacientes lectores en lo que hemos indicado hace tiempo: el mal está en el modelo económico y, a sabiendas de que así están las cosas, lo que la sociedad afectada debe perseguir de forma permanente e implacable, es cambiar ese modelo económico y construir uno nuevo, basado en un esquema en el que todos los que quieran trabajar puedan hacerlo, obteniendo a cambio un salario remunerador; que la política de impuestos sea progresiva y que pague más el que gane más, sin subterfugios; y, finalmente, que el gasto social sea destinado a los que más lo necesitan. Solo así estaremos en condiciones de construir una economía más justa y equilibrada que no dependa como hasta ahora de las decisiones del imperio norteamericano para sobrevivir.