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  • Miércoles 18 de Septiembre de 2024

Última encuesta de salud prende alertas en México


Ciudad de México (Sputnik).- Las últimas cifras de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) confirman los estragos que ha causado el cambio de alimentación de las últimas décadas en la población mexicana: el 36% de escolares y adolescentes con obesidad o sobrepeso, 37% de adultos con obesidad y un tercio de la población con hipertensión arterial.
México necesita, tal vez más que nunca, atender estas problemáticas de una manera integral y sustentable, en la que la prevención sea una parte fundamental, advierte a Sputnik Mariana Isabel Valdés, jefa de la carrera de Nutriología de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Estamos en el punto en el que es necesario, cada vez más, analizar y atender las problemáticas desde la sustentabilidad”, consideró la especialista.
Para la académica, aunque en algunas de las problemáticas no ha habido aumentos sustanciales desde el 2016, tampoco van a la baja, lo que hace necesario aplicar estrategias de prevención de atención desde el enfoque de la sustentabilidad.
“La alimentación tiene el papel fundamental de prevenir y coadyuvar en la atención, prevención, recuperación y mantenimiento de la salud”, afirma Valdés.
Sobrepeso y obesidad: aumentos sostenidos
Datos provenientes de la Ensanut y analizados por especialistas en una serie de artículos publicados el pasado 22 de agosto, en la revista Salud Pública de México, señalan que, entre 2020 y 2023, la prevalencia de sobrepeso y obesidad en escolares (5 a 11 años) fue de 36,5%.
El sobrepeso en este sector de la población disminuyó apenas un punto porcentual, de 20,2% en 2006 a 19,0%, mientras que la obesidad aumentó casi tres puntos porcentuales, de 14,6 a 17,5%, indican los datos de la Ensanut analizados por los especialistas.
En adolescentes (12 a 19 años), la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad fue de 40,4%, con un aumento de 7,2 puntos porcentuales desde 2006. La obesidad en estos jóvenes creció de 11,9% a 17,0%, mientras que la prevalencia de sobrepeso y obesidad osciló entre 30 y 40% en todas las categorías sociodemográficas.
De acuerdo con Sobrepeso y obesidad en población escolar y adolescente, el artículo publicado en la mencionada revista, el tener padre o madre con sobrepeso u obesidad duplicó la prevalencia de estos padecimientos en comparación con aquellos con padre o madre con peso normal (40,7 contra 20,0% en escolares y 43,7 vs. 21,3% en adolescentes).
Conforme a este análisis, más de 60% de escolares y adolescentes consumieron azúcares añadidos por arriba del límite recomendado de 10% de la energía total, mientras que solo uno de cada cuatro alcanzaron la recomendación de consumo diario de frutas y verduras.
En cuanto a la población adulta, la prevalencia de obesidad fue de 37,1% (41,0% mujeres, 33,0% hombres), señalan los resultados.
Tener obesidad se asoció con un incremento en la posibilidad de tener diabetes tipo 2, hipertensión arterial y dislipidemia.
De acuerdo con los datos, “hubo un aumento continuo y significativo en la prevalencia de obesidad en el período 2000-2012, pero entre 2016-2023 no se observaron diferencias significativas”.
Además, un tercio de la población adulta mexicana tiene hipertensión arterial y más de 40% de los adultos con este padecimiento desconoce su diagnóstico.
Entre las personas diagnosticadas con hipertensión que tomaban regularmente fármaco antihipertensivo (75,3%), solo 42,1% tuvo valores de presión arterial controlada, señalan los datos oficiales.
“El sistema de salud empieza a ver las problemáticas de manera integral; por ejemplo, si uno revisa el artículo en el que se habla de la prevalencia, sobrepeso y obesidad en escolares y en adolescentes, y lo mismo en el caso de la obesidad en adultos, el enfoque que se le da al artículo es: ¿Cuál es el detonante? ¿Cuál es la problemática principal?”, afirma Valdés.
De la dieta de la milpa a los ultraprocesados
Para la especialista, uno de los problemas es el consumo de las bebidas azucaradas, las cuales tienen una carga muy importante de azúcares. De igual modo, señala el consumo de los alimentos ultraprocesados.
“Por ejemplo, en el caso de los escolares y adolescentes, el consumo de bebidas azucaradas es el reflejo de una práctica que también están llevando a cabo sus padres; hay una asociación entre las conductas y el índice de masa corporal, entre la presencia de estas entidades en los padres, en los cuidadores, que se va reflejando en las infancias y en los adolescentes y se va volviendo como una bola de nieve”, explica. Para la académica de la UNAM, las tendencias en obesidad y sobrepeso vienen desde los años ochenta y tienen que ver con una tendencia hacia la inactividad física y con el cambio en la alimentación de la población mexicana, en la que se incrementó el consumo de ultraprocesados, con dietas cada vez menos elaboradas y en la compra de productos empaquetados.
De acuerdo con la especialista, estas tendencias se pueden explicar, también, en la transformación de las dinámicas familiares y de movilidad, en las que la población cada vez invierte más tiempo en trasladarse de sus hogares a sus centros de trabajo y tiene menos tiempo para la planificación y para la selección para la preparación de los alimentos.
Según ella, otro elemento es la introducción al país de alimentos de otros países que fueron desplazando a la llamada dieta de la milpa, compuesta por frijoles, maíz, calabaza, tomate, ají, que durante años fueron la base de la dieta de los mexicanos.
“Desafortunadamente, si consideramos todo el contexto, el patrón en la alimentación de los mexicanos se ha decantado hacia preferir los ultraprocesados y descartar, por ejemplo, el consumo de las leguminosas como los frijoles, que fueron por tiempo la base de nuestra alimentación”, señaló en entrevista.
Para Valdés, otro elemento a considerar es la competitividad en los costos y la accesibilidad de los alimentos. “Muchas veces está más a la mano un alimento ultraprocesado a bajo costo, que es un alimento que me va a saciar, que me gusta el sabor, que tiene una calidad nutrimental mínima o nula, pero que va a satisfacer una necesidad al momento”, explica la profesora universitaria.
En sus recomendaciones a las autoridades de salud, los especialistas incluyen implementar regulaciones “estrictas” sobre la publicidad de alimentos poco saludables y bebidas azucaradas dirigidas a escolares y adolescentes, prohibiendo su promoción dentro de las escuelas.
También, fortalecer las normativas para un etiquetado claro en los productos alimenticios, indicando el contenido excesivo de azúcares, grasas y sodio, acompañado de campañas de comunicación para que las familias puedan tomar decisiones informadas.
Otra recomendación es implementar políticas fiscales que hagan más accesibles los alimentos más nutritivos y más caros aquellos que sean poco beneficiosos, incluyendo impuestos a las bebidas azucaradas y alimentos poco saludables. Cualquier estrategia pública, sin embargo, enfrentará a una poderosa industria de alimentos que se opuso ya de manera determinante al nuevo etiquetado de sus productos y que sigue teniendo un peso y una fuerza importante en este país latinoamericano.
Para la maestra Valdés, el conflicto de interés en salud y nutrición es un problema enorme.
“El Instituto Nacional de Salud Pública, las universidades, pues, públicas y privadas, la sociedad civil, han unido esfuerzos para contrarrestar justamente ese poderío que tiene la industria alimentaria”, señala la especialista.
“Es una industria donde hay mucho dinero de por medio y por supuesto que van a ser los principales detractores y los principales opositores a todas las estrategias que se pudieran plantear en favor, de la salud y la nutrición”, subraya.
Para la experta, la clave para enfrentar los retos de salud que enfrenta México, donde el cambio demográfico implicará un aumento de la población que demanda servicios de salud, es un sistema sustentable y sostenible que se enfoque en la prevención y en conceptos como los de envejecimiento saludable.
“Va a llegar un punto en el que los recursos van a ser insuficientes para atender al volumen de población que va a requerir la atención curativa; la prevención es muchísimo más barata que la curación”, afirma.