En un acto de apenas dos minutos que contrastó con la pompa tradicional de los informes presidenciales del pasado, la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, hizo entrega formal del Primer Informe de Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
El evento, carente de discursos o mensajes dirigidos al pleno, se desarrolló en un ambiente de palpable tensión política y cumplió estrictamente con el mínimo constitucional requerido.
La entrega se realizó en la Cámara de Diputados, dirigida al presidente en funciones de la Mesa Directiva.
Contrario a lo que era una sesión solemne, el acto fue rápido y funcional.
El informe fue presentado en dos formatos:
- Una versión física con una cubierta verde.
- Una versión digital, contenida en un estuche con un código QR para su acceso.
Se informó que se distribuirán 500 paquetes con ambos formatos para los diputados y 128 para los senadores, asegurando que cada legislador tenga acceso al documento.
Tras la breve entrega, la Cámara de Diputados dio por cumplida la obligación constitucional del Artículo 69, que establece la presentación por escrito del informe al inicio del primer periodo ordinario de sesiones del año.
La sesión donde se recibió el informe comenzó a las 17:00 horas. Si bien el quórum se alcanzó con la presencia de 310 diputados, se registraron numerosas ausencias dentro del grupo mayoritario de Morena y sus aliados, también estuvieron presentes 83 senadores.
El descontento de la oposición se hizo evidente de inmediato.
Los diputados del Partido Revolucionario Institucional (PRI) asistieron a la sesión vestidos completamente de negro.
En declaraciones a la prensa, los legisladores priistas calificaron el día como un “luto para la democracia”, criticando la falta de diálogo y la naturaleza unilateral del acto.
Argumentaron que la negativa de la presidenta a rendir cuentas de manera directa ante el Poder Legislativo debilita la división de poderes y la esencia de la democracia representativa.
La brevedad extrema de la ceremonia y la ausencia de un mensaje presidencial son interpretadas por analistas como una señal clara de la estrategia de la nueva administración.
Lejos de los grandes espectáculos políticos, el gobierno de Sheinbaum parece optar por un cumplimiento estricto de la ley, pero sin concesiones protocolarias que, en su visión, puedan ser leídas como una subordinación simbólica al Legislativo.
Este acto refleja la nueva dinámica de relación entre los Poderes de la Unión, donde la mayoría calificada de Morena y sus aliados en el Congreso permite avalar las acciones del Ejecutivo de manera expedita, minimizando la necesidad de negociación con la oposición, que se vio relegada a expresar su protesta a través de simbolismos como la vestimenta.
El tono está marcado: eficiencia sobre ceremonia, y fuerza legislativa sobre persuasión.