La declaración de la presidenta Claudia Sheinbaum, en el sentido de que México “no es piñata de nadie”, refleja una postura firme y soberana en el contexto de la relación bilateral entre México y Estados Unidos, además de un mensaje de defensa de la dignidad nacional frente a dinámicas históricas de desigualdad en el trato entre ambos países.
Sheinbaum hace un pronunciamiento en un momento clave: 2025, un año electoral en Estados Unidos para muchos gobiernos estatales. Históricamente, México ha sido utilizado como un tema recurrente en las campañas electorales estadounidenses, especialmente por candidatos que buscan ganar popularidad al señalar a nuestro país como responsable de problemas como el tráfico de drogas, la migración irregular o la inseguridad.
La frase “México no es piñata de nadie” es una metáfora poderosa que rechaza esta instrumentalización y reclama respeto en la relación bilateral.
La presidenta subraya que Estados Unidos enfrenta sus propios desafíos internos, como la crisis de consumo de drogas, especialmente opioides como el fentanilo, y sugiere que los políticos estadounidenses deberían centrarse en resolver esos problemas en lugar de culpar a México.
Este mensaje no solo busca reposicionar a México como un socio igualitario, sino que también pone en evidencia las asimetrías en la narrativa política transfronteriza.
Un aspecto interesante de la declaración es el énfasis en los “valores familiares” mexicanos como un factor protector frente a problemáticas sociales como el consumo de drogas.
Sheinbaum menciona una conversación con Donald Trump, donde destaca que México no enfrenta una crisis de adicciones comparable a la de Estados Unidos, atribuyéndolo a la cohesión familiar y social del país.
Este argumento tiene implicaciones culturales y políticas. Resalta una diferencia estructural entre ambas sociedades. En México, la familia extendida y las redes comunitarias suelen ser un soporte fundamental, lo que puede mitigar ciertas problemáticas sociales.
En contraste, Estados Unidos enfrenta una epidemia de opioides exacerbada por factores como la soledad, el acceso a medicamentos recetados y la falta de regulación en la industria farmacéutica.
Al destacar los valores mexicanos, Sheinbaum no solo defiende la identidad nacional, sino que también legitima las políticas de su administración y la de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien impulsó campañas contra el consumo de drogas como el fentanilo.
Estas campañas suelen centrarse en la prevención y la educación, en lugar de la militarización o la confrontación directa, lo que marca una diferencia con el enfoque estadounidense.
Sheinbaum afirma que México “le da clases a Estados Unidos en valores, ética y desarrollo”.
COMBATIR A LOS
ENTREGUSITAS
Esta declaración es un reconocimiento implícito a los avances sociales y económicos que México ha logrado en las últimas décadas, a pesar de los retos estructurales. En el contexto de su gobierno, que sigue la línea de la Cuarta Transformación (4T) impulsada por AMLO, esto puede interpretarse como una defensa de las políticas sociales y económicas que priorizan la reducción de la desigualdad, el combate a la corrupción y el fortalecimiento de la soberanía nacional.
La mención de la ética podría ser una crítica velada a las políticas estadounidenses que han priorizado intereses económicos sobre el bienestar social, como la permisividad con las farmacéuticas que han contribuido a la crisis de opioides.
Aunque México enfrenta retos como la pobreza y la inseguridad, Sheinbaum parece destacar que el modelo mexicano, centrado en la justicia social y la inclusión, tiene lecciones que ofrecer frente al modelo estadounidense, que a menudo se percibe como más individualista y desigual.
El tema del fentanilo es central en la relación México-Estados Unidos, ya que ese país ha presionado constantemente al nuestro para que intensifique sus esfuerzos contra el narcotráfico, argumentando que gran parte de esa droga que llega a su territorio proviene de México.
Sin embargo, Sheinbaum ha señalado en varios momentos que el problema principal está en la demanda interna de Estados Unidos, no en México, donde el consumo de drogas no es tan elevado.
Las campañas contra el consumo de drogas iniciadas por AMLO, y continuadas por Sheinbaum, reflejan un enfoque más preventivo que punitivo, lo que contrasta con la “guerra contra las drogas” que ha predominado en la región durante décadas. Este enfoque podría ser más sostenible a largo plazo, pero enfrenta críticas por no abordar de manera más agresiva el poder de los cárteles.
El mensaje de la mandataria probablemente resonará bien entre el público mexicano, que históricamente ha sentido que Estados Unidos no trata a México como un socio igualitario. Algunos sectores podrían aplaudir la defensa de la soberanía, pero otros podrían criticar que el gobierno no está haciendo lo suficiente para combatir el narcotráfico y la violencia interna, que también afecta a las comunidades mexicanas.