Las hermanas Arias Pérez recibieron cada una, este viernes 25 de julio, una Vivienda Bienestar. Ellas no fueron engañadas como su abuela, que hace décadas donó parte de su terreno para que abrieran la calle donde actualmente viven, con la promesa de que le construirían una casa de material.
Virginia Cristel y Ana Arias Pérez no se mudaron a otro lado para comenzar una nueva vida, aunque las dos casas que estrenarán en la calle Leopoldo Pérez darán un giro inesperado a sus familias: Sus hijos y esposos tendrán una existencia mejor, sin que las goteras y el lodo les quiten el sueño en su natal, Paraíso. Un sueño que su abuelita siempre anheló.
Los nuevos muros de block, reforzados con castillos y cadenas, contrastan enormemente con sus antiguas moradas, un par de construcciones con pisos de tierra, que pareciera que se caerán si soplara el viento.
De acuerdo con datos del Censo de Población y Vivienda, elaborados por el INEGI en 2020, en este municipio de brisa fresca y palmeras despeinadas, el 1.5%, de las 26 mil 541 casas habitación existentes, tienen un piso de tierra, es decir, unas 398; aunque ahora serán menos porque el Gobierno del Pueblo construirá 150, tan solo este año.
Parada en el pórtico de su nueva vivienda de color verde, doña Virginia cuenta lo que hasta el día de hoy fue su vida: “Mi antigua morada estaba toda decaída que hasta se llovía, porque era de palma de coco. Cuando había norte, no podíamos estar allí, teníamos que levantar las cosas porque si no se mojaban. Y como era de un solo cajón, no podíamos meter más camas porque ya no cabíamos: ¡Estábamos todos apretados”, recordó con cierta tristeza!
Su hermana, doña Ana Cristel, eligió el color azul para su nuevo hogar. Y hasta ya sabe en qué cuarto habitará ella y, en cuál su único hijo: Ella y su esposo ocuparán la habitación que da a la calle, y su hijo, el cuarto que da al patio. Mientras recorre la Vivienda del Bienestar que el Gobierno del Pueblo le ha otorgado, no deja de mirar el piso de cemento.
“Vivimos, primero mi esposo y yo, y luego mi hijo, cuando nació, en una casita que se llovía mucho; durante 25 años sufrimos que el agua se metiera y teníamos que poner tarimas y ladrillos para andar; el piso se llenaba de agua y se volvía todo lodo, era hasta peligroso porque se podía uno resbalar”, declaró doña Ana.
A su lado, se encontraba su esposo; quien decidió acompañar a su esposa y esperar recibiera las llaves de la nueva casa, por parte del director del Instituto de Vivienda de Tabasco (Invitav), Daniel Fernández Valenzuela.
“Mi trabajo no daba para tanto, a pesar de que solo tenemos un muchachito. Ni pensar en un crédito bancario. Estamos infinitamente agradecidos en que nos dio la palabra (el Gobernador) y la cumplió. Lo que está haciendo para la gente como nosotros, que lo necesita, no tiene palabras para agradecerse”, afirmó.
En un día tan esplendoroso, en que el sol resbalaba por las hojas brillantes de los mangos, los almendros y los limoneros criollos, tanto doña Virginia como doña Ana, no pudieron dejar de evocar a su finada abuela, que partió de este mundo esperando ver cumplida una promesa que gobiernos anteriores le hicieron.
“Mi abuelita estaría feliz de saber que sus nietas tienen ahora una casa digna. A la pobre le prometieron que le iban a hacer una casita de material por el terreno que donó para que las autoridades le abrieran la calle. En presencia de un presidente municipal, en una asamblea, se comprometieron con mi abuela. Pero nunca volvió a pasar por aquí cuando estuvo la calle. Le tumbaron sus matas y palmitas. Ya tiene tiempo que ella murió. Pero estaría feliz si viviera. No nos engañaron y tenemos casa. Gracias Gobernador, por cumplir”, reconocieron las hermanas.
Al final del sencillo, pero inolvidable acto, los vecinos celebraron con pozol y dulce la entrega en este día de las 33 viviendas Bienestar, a igual número de familias paraiseñas.
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