• La Verdad del Sureste |
  • Sábado 14 de Septiembre de 2024

¡en mi hambre mando yo!

Se acercan las votaciones y son momentos de definición.


EMMANUEL RUIZ SUBIAUR



La frase: “Estábamos en el Titánic y todos sabíamos que íbamos directos al iceberg. ¿Por qué nadie se bajó?” fue una de las primeras frases que leí de Eric Hobsbawm, (el historiador Eric John Ernest Hobsbawm). La pronunció en otra época, en su siglo corto (1914-1989), pero puede trasladarse a nuestros días con vigencia plena.
    Es la única certeza. Los mexicanos estamos en el Titánic y el mugroso capitán y la pervertida tripulación se la pasan en francachelas e inventando programas ilusorios que nos ratifican su incapacidad, estupidez y deshumanización. El despeñadero se ha vuelto un abismal hoyo negro. Alrededor de estos sujetos torvos bailan sus comparsas: los partidos.
    La formación de los candidatos que aspiran a “gobernar”, una vez más, no importará. Solo el azar decidirá si los mexicanos recuperan la dignidad y cuánto durará el sueño. Nuestros políticos tampoco saben que rumbo tomar. Intentan confiar en la suerte y cuando se reúnen -véase la Conferencia de Presidentes de anteanteayer en la inútil Cumbre de Las Américas- solo buscan llevarse un trozo más grande de la tarta.
No han entendido aún que la tarta está podrida gracias a 74 años de molicie, indolencia y acciones perversas antipopulares; ni que la recuperación de un país o de una región depende de la dignidad de sus habitantes, de esos que tienen que jugarse a cara o cruz un trabajo. Mientras el debate real no sea ese, no habrá nada que hacer.
    Creo que el principal deber de un demócrata en estos momentos es conseguir que la política cambie y que los que han convertido al país en un México endeudado hasta las cejas, despilfarrador, con políticos inútiles y arrogantes, corrompido, injusto y triste, abandonen el poder y sean sustituidos por gente decente y justa, que consideren la política como un servicio, no como un privilegio, que no mientan, que traten al ciudadano como el soberano del sistema y propicien su participación en la vida política, que reconstruyan y recuperen los valores masacrados y que antepongan el bien común a todo lo demás.
    Pero los partidos políticos jamás consultan sus decisiones con las bases, porque son antidemocráticos, porque son estructuras de poder al servicio exclusivo de sus élites dominantes.
    Si consultaran a la ciudadanía, tendrían que satisfacer los deseos de los ciudadanos, como es preceptivo en democracia, pero ellos no quieren.
    La mayor paradoja política de nuestro tiempo es que la democracia está siendo gestionada por una de las estructuras más antidemocráticas que puedan imaginarse: los partidos políticos.
    Ocurrió hace bastante tiempo. Era la época de la República, en España había mucho hambre, rodaba por todos lados la miseria y la pobreza extrema –aunque nunca comparada con la que vivimos hoy en México-; y el capataz de un cacique se dedicaba a ir de puerta en puerta comprando votos. Práctica similar a la que perversamente aplican y usan hoy, el pri, el panal y el pvem. Les daba dos duros, que entonces eran una fortuna, y les exigía fidelidad. Todo iba bien hasta que aquel capataz testaferro se encontró con un jornalero que cogió los dos duros y se los tiró al suelo, que no a la cara. Lo miró y le dijo una frase que ha pasado a la historia: “En mi hambre mando yo”. PRI, PAN y PVEM, son ese capataz; el gobierno de Peña y la cúpula empresarial reaccionaria, aquel cacique.
    Salvador de Madariaga (creador del Colegio de Europa, maestro de la Universidad de Oxford, miembro de la Generación del 14 junto con Ortega y Gasset, Fernando de los Ríos y Manuel Azaña, fundador de la Internacional Liberal), usó esta “anécdota” en el prólogo de uno de sus libros -España (1931)- como ejemplo de dignidad para seguir adelante. Creía que sin el coraje de aquel pobre hombre jornalero que con todo y su hambre y miseria se negó a vender su voto, el mundo no avanzaría en la dirección correcta.
    Desde entonces, tanto en España como en México, han pasado decenas de años. La situación económica ha ido empeorando y millones de personas han tenido que armarse de coraje para sobrevivir. Los políticos en los que confiaron siguen sin saber cómo salir de esta. El Titánic ya se hundió y el mugroso capitán cree que vendiendo sus restos y despojos se salvará al menos él y su canalla cofradía.
    El voto como arma o el sufragio como protesta; dos deberes fundamentales del ciudadano en democracia: defender y difundir la verdad y vigilar y fiscalizar a los grandes poderes y a los poderosos. Es la hora de definiciones: simulación de la democracia o decantarse por una democracia auténtica en la que el ciudadano es el soberano y protagonista, los políticos están controlados por las leyes y la ciudadanía, los poderes públicos están limitados, los poderes del Estado funcionan con independencia y en competencia y en la que los partidos, -convertidos hoy en los peores enemigos de la libertad y de la democracia- son vehículos de participación popular en la política, no organizaciones mafiosas y delictivas, sin otros fines que el control del poder y el reparto de privilegios.
    Creo firmemente que el primer deber de un demócrata es luchar para que la política mexicana cambie y los actuales partidos políticos, degradados y corrompidos sin remedio, se regeneren o, si son irrecuperables, sean sustituidos por otros más éticos, democráticos y decentes, que respeten la limpieza, la Justicia, los valores y las reglas de la democracia.
    Los ciudadanos tienen que atreverse a gritarle a esta canalla perversa, al menos: ¡en mi hambre mando yo!