Los gobiernos sólo podrán hacer públicas las cuotas si el sindicato otorga su autorización. Serán confidenciales porque según la Corte “el monto anual de las cuotas sindicales de los trabajadores de Pemex no constituye un dato que deba darse a conocer a terceros que lo soliciten”. Tiene lógica el razonamiento en la medida que el dato del dinero de un empleado, con todo y que provenga del gobierno, es un asunto privado.
El problema es que sin la intervención del Estado los propios trabajadores quedarán excluidos de saber a dónde paran esos recursos, pues el grueso de los sindicatos en México carece de mecanismos de rendición de cuentas.
Los sindicatos de maestros, de electricistas, de burócratas, entre otros con líderes gremiales acaudalados, quedarán exentos de transparencia. Si el IFAI o los institutos de transparencia locales están impedidos de interceder en favor del trabajador, ¿quien más lo hará?
Los tiempos han cambiado. Hoy es muy difícil que el Estado ahorque económicamente a los sindicatos para manipularlos, más bien la presión política se da al revés. Por lo tanto, las previsiones como el artículo tercero del Convenio 187 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el que se basa la Suprema Corte, han quedado rebasadas.
Los ministros de la segunda sala de la Corte han mantenido el escudo de impunidad sobre los líderes sindicales que como gatos boca arriba siguen defendiendo privilegios de un mundo pasado. Es un error que el derecho permanezca igual aunque la historia cambie.
Los derechos de los sindicatos no pueden pasar por encima del derecho del trabajador. Lo que la corte ha hecho es privilegiar los derechos corporativos por encima de los de las personas.
El Universal
