En 2022 hubo un incremento del 25% en la detección de víctimas de trata a nivel mundial en comparación a los datos registrados en 2019. Sin embargo, esta tendencia no se observó en todas las regiones, siendo África subsahariana, América del Norte y Europa Occidental los países con mayor crecimiento.
Asimismo, el número total de víctimas infantiles alcanzaron un aumento del 31% de los cuales, el 38% son niñas. La situación para ambos sexos presenta diferentes patrones, siendo las Américas los lugares donde se han encontrado a las niñas y Europa a los niños. Además, el 60% de ellas son utilizadas por fines sexuales y el 45% de ellos para explotación en delincuencia forzada.
Las niñas junto con las mujeres conforman la mayoría de víctimas detectadas en el mundo y son empleadas para el trabajo sexual, en el que se detectaron diferentes situaciones como explotación sexual en internet; esclavitud sexual o sexo transaccional; prostitución callejera; prostitución en burdeles legales o ilegales; explotación sexual infantil donde las víctimas son menores de 14 años; y prostitución en clubes nocturnos, salones de masaje y hoteles.
También se identificó que son víctimas de otros delitos forzados como matrimonios, mendicidad y trabajos como servidumbre doméstica en el que se emplea la violencia y se enfrentan a condiciones físicas extremas. Otro medio de explotación en estos sectores es su uso para el entretenimiento, en la agricultura, venta ambulante y en la preparación de alimentos.
Ante el aumento de trabajos forzados, el reporte de la ONU establece que la respuesta de la justicia penal no ha sido suficiente. El 72% de las condenas están relacionadas con la explotación sexual y el 17% con el trabajo forzado. Asimismo, los análisis de los sistemas de justicia penal demoran alrededor de un año en obtener una condena por este delito.
¿POR QUÉ LAS
MUJERES Y NIÑAS SON LAS MAYORES AFECTADAS POR LA TRATA DE PERSONAS?
Conforme al artículo ‘La trata de personas desde una perspectiva de género y derechos humanos’ de Stephany Andrea Aceves de la Rosa, la trata de personas es uno de los delitos más graves que atentan contra los derechos humanos. Entre los derechos infringidos se encuentran la vida, la libertad, la igualdad, la seguridad personal, la integridad física y psicológica, el derecho a la salud, la salud sexual y reproductiva, el derecho a no sufrir torturas ni malos tratos, los derechos económicos, sociales y culturales, entre otros.
Además, son las niñas y mujeres las que conforman la mayoría de las víctimas de trata con fines de explotación sexual. Esto se debe a la manifestación de las desigualdades históricas entre ambos sexos que ha puesto a las féminas en posiciones de subordinación ante los hombres quienes ejercen el poder para someterlas como objetos sexuales, esta visión ha sido reconocida por el derecho internacional.
De acuerdo con Rosa Cobo, debido al negocio sexual que involucra la venta de mujeres para satisfacer los deseos de los hombres, son sus cuerpos y dignidad una mercancía. De esta manera, el capitalismo ha fortalecido la trata de niñas y mujeres, así como el fortalecimiento de las sociedades patriarcales dotándolos de mayor poder.
Cuando se habla de este delito, se tiene en cuenta que son ellas las que deben obedecer a “su dueño” a quien le pertenece la virginidad, un valor importante para algunas sociedades patriarcales, por lo que los traficantes se aprovechan de estas ideologías para llevarse a las víctimas y negociar con los padres. Una vez raptadas ellas son aisladas, abusadas sexualmente, sometidas a malos tratos como humillaciones y amenazas de diversas formas de explotación como sexual, esclavitud doméstica, trabajo serrvil y forzoso o extradición de porganos.
Para Stephany Andrea Aceves de la Rosa, la trata de mujeres es una forma de violencia de género porque tiene lugar en múltiples escenarios e involucra diferentes actores como la familia, intermediarios locales, redes internacionales delictivas y autoridades migratorias. En las últimas décadas se ha visto un incremento respecto a la trata de niñas y mujeres, lo que ha convertido a este delito en una vulneración de derechos humanos altamente feminizada.