Con base en este nuevo paradigma se propusieron iniciativas productivas para las poblaciones rurales y de cabeceras municipales basadas en tecnologías intermedias y la satisfacción directa de necesidades incluidas las de saneamiento alimentación y vestimenta entre otras, teniendo una infraestructura en red (en lugar de centralizada) que se llamó de Centros Integradores. Para evaluar y dar seguimiento a estos proyectos y los cambios en las formas y objetivos de las actividades productivas no dirigidas a producir ganancias financieras sino satisfacción de necesidades locales inició a los 3 años algunos proyectos de diagnóstico.
En el caso de la investigación sobre la reformulación del uso de la tecnología como adecuada y alternativa, además de nuevas organizaciones de producción y consumo, desde la Dirección de Educación Superior e Investigación Científica concluimos que el problema estaba por un lado en el boicot de las grandes corporaciones que, por ejemplo, regalaban uniformes a municipios para quebrar un taller en Tenosique, Bachoco que bajaba sus precios locales quebrando las nuevas granjas colectivas de las comunidades de Emiliano Zapata; o empresas que mediante tácticas poco éticas como instalar burdeles exclusivos para altos y medianos funcionarios arreglaban compras de tecnologías totalmente sobradas y obsoletas para nuevas instituciones públicas como hospitales. El segundo problema era directamente el de la corrupción ligada al patrimonialismo de los empleados públicos o funcionarios que creen que están ahí para enriquecerse personalmente.
Y finalmente el problema más generalizado y que más impactó negativamente fue el de la formación profesional y la ideología de los propios promotores de los proyectos. Casi siempre economistas o ingenieros agrónomos o mecánicos.
Estos promotores, en lugar de entender la nueva lógica y los nuevos objetivos del nuevo paradigma, seguían las instrucciones pero sin entenderlas y seguían pensando en generar empresarios individuales (emprendedores) que en lugar de producir y distribuir e intercambiar satisfactores inmediatos regionales buscaban hacer competir en el mercado abierto general y sólo los llevaron a la quiebra, el desaliento, la depresión y el desencanto. Incrementando la situación que siempre nos señalaban los ciudadanos, en especial los campesinos, a los empleados públicos: “ustedes tienen su sueldo seguro, no arriesgan nada, ¿Pero uno?”. Algo muy semejante pasó con los Fondos Regionales de Solidaridad del Salinismo, que abiertos a la lógica del mercado fueron quebrando en su variedad de proyectos, hasta que obligados a pagar el préstamos, los cooperativistas se dedicaron en muchos casos al único negocio rentable en las pequeñas comunidades: los depósitos de cerveza.
Esta última problemática sigue estando vigente ante la falta de resultados evidentes en relación con el cambio en las últimas tres administraciones. Y ninguna ha atacado el problema ni a nivel de formación de un nuevo modelo de instituciones, un nuevo modelo de empleado público, y menos definir claramente objetivos de un nuevo tipo de economía que quizás, y sobre todo en relación al cambio climático, habría que llamar postdesarrollo, y que bajo las adaptaciones que los propios usuarios del programa Sembrando Vida le han impuesto al mismo, parecen ser el rumbo adecuado para un futuro realista y posible.
Los sucesos del tecnológico de Balancán muestran que no se pueden hacer de lado las experiencias de la historia de la izquierda mexicana, como es que nunca se manda a la policía a golpear a estudiantes o padres de familia sino que se dialoga, dialoga, y se da razón y solución pronta a las demandas con bases y sentidas, que un gobierno de izquierda necesita ser coherente desde la cabeza hasta el último empleado, recordando lo que decía EGP y mandó escribir en una pared del viejo y hoy destruido parque la Choca: “el policía y el empleado de ventanilla son los primeros contactos de un gobierno con los ciudadanos, y su calidad de atención muestra la calidad del gobierno”. Y por otro lado no se puede olvidar un principio básico universal y permanente de la izquierda: los conservadores están del lado y defenderán siempre el principio de autoridad, pero los liberales siempre -como nos recordó Melchor Ocampo- lucharán del lado de la razón aún a costa de los propios intereses inmediatos.