• La Verdad del Sureste |
  • Sábado 31 de Mayo de 2025

Coherencia administrativa y cambio efectivo

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En los años 80 Enrique González Pedrero regresó a Tabasco para hacerse cargo del gobierno del Estado pero bajo un programa que entonces era innovador y que le había encargado al CONACYT. En el estado se vivían los más álgidos efectos colaterales del Desarrollismo y del enfoque de la estrategia de Polos de Desarrollo, donde se creía que la simple producción de un producto de alto valor que forzaría a la construcción de infraestructura en su entorno distribuiría la riqueza en el lugar y mejoraría la calidad de vida; pero que en realidad lo que se vivió fue el aumento de la desigualdad social y la necesidad de un mayor gasto estatal para paliar las múltiples problemáticas que generaba. El plan de EGP tenía, en cambio, como parámetros, las nuevas perspectivas del ecodesarrollo y el desarrollo local. En lugar de tener como centro la producción industrial como único recurso al cual había que sacrificar la salud de las personas, los cuerpos de agua, selvas, pantanos, pueblos, calidad del aíre, caminos y carreteras, etc. - y la valoración monetaria como único indicador- buscaba la calidad de la vida presente y local que él llamó La Riqueza de la Pobreza.

Con base en este nuevo paradigma se propusieron iniciativas productivas para las poblaciones rurales y de cabeceras municipales basadas en tecnologías intermedias y la satisfacción directa de necesidades incluidas las de saneamiento alimentación y vestimenta entre otras, teniendo una infraestructura en red (en lugar de centralizada) que se llamó de Centros Integradores. Para evaluar y dar seguimiento a estos proyectos y los cambios en las formas y objetivos de las actividades productivas no dirigidas a producir ganancias financieras sino satisfacción de necesidades locales inició a los 3 años algunos proyectos de diagnóstico.

En el caso de la investigación sobre la reformulación del uso de la tecnología como adecuada y alternativa, además de nuevas organizaciones de producción y consumo, desde la Dirección de Educación Superior e Investigación Científica concluimos que el problema estaba por un lado en el boicot de las grandes corporaciones que, por ejemplo, regalaban uniformes a municipios para quebrar un taller en Tenosique, Bachoco que bajaba sus precios locales quebrando las nuevas granjas colectivas de las comunidades de Emiliano Zapata; o empresas que mediante tácticas poco éticas como instalar burdeles exclusivos para altos y medianos funcionarios arreglaban compras de tecnologías totalmente sobradas y obsoletas para nuevas instituciones públicas como hospitales. El segundo problema era directamente el de la corrupción ligada al patrimonialismo de los empleados públicos o funcionarios que creen que están ahí para enriquecerse personalmente.

Y finalmente el problema más generalizado y que más impactó negativamente fue el de la formación profesional y la ideología de los propios promotores de los proyectos. Casi siempre economistas o ingenieros agrónomos o mecánicos.

Estos promotores, en lugar de entender la nueva lógica y los nuevos objetivos del nuevo paradigma, seguían las instrucciones pero sin entenderlas y seguían pensando en generar empresarios individuales (emprendedores) que en lugar de producir y distribuir e intercambiar satisfactores inmediatos regionales buscaban hacer competir en el mercado abierto general y sólo los llevaron a la quiebra, el desaliento, la depresión y el desencanto. Incrementando la situación que siempre nos señalaban los ciudadanos, en especial los campesinos, a los empleados públicos: “ustedes tienen su sueldo seguro, no arriesgan nada, ¿Pero uno?”. Algo muy semejante pasó con los Fondos Regionales de Solidaridad del Salinismo, que abiertos a la lógica del mercado fueron quebrando en su variedad de proyectos, hasta que obligados a pagar el préstamos, los cooperativistas se dedicaron en muchos casos al único negocio rentable en las pequeñas comunidades: los depósitos de cerveza.

Esta última problemática sigue estando vigente ante la falta de resultados evidentes en relación con el cambio en las últimas tres administraciones. Y ninguna ha atacado el problema ni a nivel de formación de un nuevo modelo de instituciones, un nuevo modelo de empleado público, y menos definir claramente objetivos de un nuevo tipo de economía que quizás, y sobre todo en relación al cambio climático, habría que llamar postdesarrollo, y que bajo las adaptaciones que los propios usuarios del programa Sembrando Vida le han impuesto al mismo, parecen ser el rumbo adecuado para un futuro realista y posible.

Los sucesos del tecnológico de Balancán muestran que no se pueden hacer de lado las experiencias de la historia de la izquierda mexicana, como es que nunca se manda a la policía a golpear a estudiantes o padres de familia sino que se dialoga, dialoga, y se da razón y solución pronta a las demandas con bases y sentidas, que un gobierno de izquierda necesita ser coherente desde la cabeza hasta el último empleado, recordando lo que decía EGP y mandó escribir en una pared del viejo y hoy destruido parque la Choca: “el policía y el empleado de ventanilla son los primeros contactos de un gobierno con los ciudadanos, y su calidad de atención muestra la calidad del gobierno”. Y por otro lado no se puede olvidar un principio básico universal y permanente de la izquierda: los conservadores están del lado y defenderán siempre el principio de autoridad, pero los liberales siempre -como nos recordó Melchor Ocampo- lucharán del lado de la razón aún a costa de los propios intereses inmediatos.