En la noche del 13 de junio, Irán ejecutó una ofensiva masiva contra Israel en respuesta a la operación militar israelí conocida como “León Creciente”, que semanas antes atacó infraestructuras nucleares y militares iraníes en lugares como Natanz, Isfahán y Teherán.
El ataque iraní incluyó más de 150 misiles balísticos y más de 100 drones, que fueron lanzados en varias oleadas hacia ciudades como Tel Aviv y Jerusalén. Las sirenas se activaron en todo el país y las defensas antimisiles israelíes, como Arrow e Iron Dome, interceptaron la mayoría de los proyectiles, aunque algunos lograron impactar y causar una treintena de heridos, sin que se reportaran víctimas mortales.
El Supremo Líder de Irán, Alí Jameneí, prometió una fuerte venganza, declarando que Israel no quedaría impune, en tanto el primer ministro Benjamin Netanyahu reafirmó que las operaciones continuarían "mientras sea necesario" para eliminar la amenaza iraní.
“No piensen que ellos golpearon y ya está. No. Ellos empezaron el trabajo y empezaron la guerra” — Alí Jameneí
En medio de la escalada, el ejército israelí reforzó la movilización de reservistas y mantuvo el país en estado de máxima alerta, mientras Irán imponía un bloqueo informativo, cerraba su espacio aéreo y limitaba el acceso a internet como parte de sus medidas de seguridad interna.
La comunidad internacional, incluyendo la UE, Jordania, Rusia, Turquía y Arabia Saudita, hizo un llamado urgente a la desescalada de tensiones, mientras EE.?UU., a pesar de haber recibido notificación previa de Israel, negó participación directa, aunque desplegó activos militares para proteger fuerzas e intereses clave.
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