• La Verdad del Sureste |
  • Miércoles 12 de Noviembre de 2025

Del abismo a la gloria: Los Dodgers escriben su capítulo más heroico

Publicado el:

Raúl Juárez Ordóñez


La noche del Juego 7 enfrentó a Los Ángeles Dodgers contra los Blue Jays de Toronto en una batalla que pasará a la historia del béisbol. Los Dodgers, favoritos, se vieron a sí mismos contra la pared tras ceder la ventaja en varias ocasiones y estar abajo 4-2 antes de dar el golpe decisivo. El episodio inicial fue complicado: el abridor de Los Ángeles, Shohei Ohtani, fue bombardeado en el tercer episodio cuando Bo Bichette conectó un jonrón de tres carreras para poner a Toronto al frente. Los Dodgers respondieron con sacrificios y empujadas, incluyendo un bambinazo de Max Muncy en el octavo para acercar, y luego el inesperado vuelacercas de Miguel Rojas en el noveno para empatar el marcador 4-4 y forzar entradas extras.
 

El momento cúlmine llegó en la undécima entrada: con dos outs, el receptor Will Smith descargó un jonrón que dio a Los Ángeles su primera ventaja de la noche, 5-4. Luego, la defensa respondió con temple: el relevista Yoshinobu Yamamoto, tras lanzar apenas un día antes, resolvió la entrada final con un doble play que clausuró las aspiraciones de los Jays.
 

Para Alejandro Kirk, sin embargo, la noche terminó con un sabor particularmente amargo. El receptor mexicano, pieza clave durante toda la postemporada, vivió la cara más cruel del béisbol en el instante decisivo. En esa misma undécima entrada, con la posibilidad de empatar el encuentro, un contacto sólido suyo terminó directo al guante del campocorto, quien inició el doble play que selló la derrota. Horas antes, Kirk había recibido un pelotazo que lo dejó visiblemente adolorido, pero se mantuvo en el campo, decidido a contribuir. Su entrega fue indiscutible, aunque la fortuna no lo acompañó. Así, el héroe silencioso de los Blue Jays cerró una Serie Mundial brillante, empañada solo por la inclemencia del destino en el momento final.
 

¿Qué nos deja este Juego 7? Dos cosas esenciales. Primero, la capacidad de los Dodgers para reaccionar bajo presión, mantenerse firmes cuando el marcador no les favorecía y aprovechar cada oportunidad. En segundo lugar, la consolidación de Los Ángeles como potencia del béisbol moderno: repetir como campeones de la Serie Mundial no era cosa menor, y lo lograron en un escenario de altísima exigencia.
 

Para Toronto queda el sabor amargo de lo cerca que estuvieron, pero también el reconocimiento de que enfrentaron a un rival con experiencia, temple y herramientas para definir en momentos decisivos. Para los Dodgers, esta victoria no solo suma otro anillo: refuerza la estructura ganadora, la mezcla de talento joven y veterano, y el carácter necesario en instantes críticos.
 

Como espectador y amante del béisbol, este triunfo de los Dodgers fue una lección de fe deportiva. No fue solo una victoria técnica, sino emocional: un equipo que se negó a rendirse ante la adversidad y que encontró en cada bateo un motivo para seguir creyendo. Ver a figuras como Ohtani, Smith y Yamamoto combinar talento con corazón recordó por qué este deporte sigue inspirando a millones. Más allá del marcador, los Dodgers demostraron que las dinastías no se construyen con estadísticas, sino con convicción, resiliencia y la capacidad de soñar hasta el último out.