Israel ejecutó este día una segunda ola de ataques aéreos dirigidos a diversas instalaciones iraníes, con un enfoque particular en el complejo de enriquecimiento de uranio en Natanz. Las operaciones incluyeron misiones con más de 200 cazas que bombardearon aproximadamente un centenar de objetivos, entre ellos plantas nucleares, bases militares y centros científicos.
El ataque provocó al menos nueve muertes y 95 heridos, entre ellos científicos nucleares como Mohammad Mehdi Tehranchi, Fereydoun Abbasi y Abdulhamid Minouchehr, además de altos mandos militares iraníes, incluidos el general Mohamad Hosein Bagheri, jefe de Estado Mayor, y el comandante de la Guardia Revolucionaria, Hossein Salami. Las detonaciones generaron columnas de humo visibles desde Teherán, donde también hubo daños en áreas residenciales.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, advirtió que la operación “León Creciente” se prolongará “los días que sean necesarios” para neutralizar la amenaza iraní. También reconoció que el Mossad colaboró en acciones encubiertas, como sabotajes a defensas aéreas y el uso de drones para debilitar la capacidad iraní de respuesta.
Ante la escalada, Irán declaró que se trata de una “declaración de guerra” y prometió responder “decisiva y proporcionalmente”. Las autoridades impusieron estado de emergencia, cerraron el espacio aéreo y bloquearon información oficial, mientras se especula sobre posibles represalias, como ataques con misiles o drones.
El impacto de esta ofensiva ha encendido las alarmas en la comunidad internacional. Estados Unidos negó participación directa y urgió a Irán a la moderación. Se convocó una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, y líderes globales llamaron a la contención, advirtiendo sobre el riesgo de un conflicto más amplio en el Medio Oriente.