Vhsa. Tab., 16 de abril de 2025.- A 67 años de haber sido creado, el Parque Museo La Venta sigue siendo el mayor espacio museográfico al aire libre de América Latina, con 33 piezas arqueológicas pertenecientes a la cultura madre, entre ellas las colosales Cabezas Olmecas, colocadas en seis hectáreas, que recrean el paisaje de selva en el que florecieron y que además albergan diversas especies de fauna en vida silvestre, a orillas de la Laguna de Las Ilusiones.
Muchos tabasqueños, como don Manuel Antonio González, nativo de la colonia Gaviotas, conocieron el Parque Museo de la mano de sus padres. Y ahora, él hace lo propio con su familia. “Mi papá me traía cuando yo era niño. Él era maestro de inglés y, antes de eso, fue guía de turistas. Me traía porque quería decirme que la cultura es importante, trasciende y debemos trasmitirla de generación a generación; él me la enseñó a mí y yo a mis hijos. Espero que también ellos algún día hagan lo mismo”, contó mientras contemplaba una de las tres cabezas colosales con que cuenta el sitio.
De acuerdo con el responsable técnico de la Unidad de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre del Parque Museo, José Guadalupe Hernández de la Cruz, tan solo el 4 de marzo pasado, fecha en que se conmemoró el aniversario de este recinto, asistieron gratuitamente a la celebración mil 800 personas. Y el Gobierno del Pueblo, encabezado por Javier May Rodríguez, instruyó que todos los martes, haya entrada gratuita para todos los visitantes locales, nacionales e internacionales, a fin de que todos conozcan nuestras grandiosas raíces tabasqueñas.
Una familia procedente de Emiliano Zapata que llegó temprano para iniciar el recorrido, explicó porque eligió el martes para conocerlo. “Venimos con toda la familia ahorita que hay oportunidad. Es la primera vez que venimos. Hoy es gratis, por eso decidimos venir con la familia. Somos como 10 personas y estamos contentos de estar aquí”, expresó Carlos, el mayor.
El biólogo Hernández de la Cruz señaló que, para los niños, el área de zoológico es lo más atractivo, destacando la presencia de los jaguares Bruno, de tan sólo cuatro años y Sombra, de 19. El jaguar era considerado un Dios Olmeca por su poder y vida nocturna.
Otra criatura que deja sorprendidos a los infantes que acuden al Parque Museo, es Titán, un cocodrilo de río con más de cuatro metros de largo. En el aviario los visitantes pueden conocer un colorido tucán y hasta la danza del pavorreal para impresionar a las hembras de su especie. Si son más arrojados podrán tocar y hasta enredarse al cuello, una boa constrictor.
Corrobora lo dicho por el biólogo, doña Itzel, que vino con sus dos pequeños. “Los niños querían venir porque ya en otras ocasiones los hemos traído. Y este día aprovechamos que hay vacaciones. A los pequeños les gusta más ver los reptiles, tomarse la foto con el cocodrilo o con una serpiente y a la niña pues las aves, es lo que les encanta”, señaló.
El área que ocupa este museo al aire libre, es una puesta en escena natural y llena de poesía, recreada por el Poeta de América, Carlos Pellicer Cámara, para salvar tesoros de tres mil años de antigüedad encontrados en el municipio de Huimanguillo, a más de 150 kilómetros de la capital, que corrían el peligro de ser destruidos por la extracción de yacimientos petroleros.
Las colosales Cabezas Olmecas, monolito de piedra con pesos de hasta 20 toneladas, fueron trasladadas en camiones con exceso de dimensiones a razón de 20 kilómetros por hora, de La Venta en Huimanguillo a la capital tabasqueña. Todavía a la entrada se puede ver la placa de la inauguración de este monumental sitio.
Don José de la Cruz Estrada viajó en compañía de su esposa durante seis horas por la sierra chiapaneca, procedentes de Tecpatán, Chiapas, para conocer las imponentes piezas Olmecas, algunas de las cuales se cree representan a gobernantes importantes, chamanes o dioses. De todas las piezas solo dos representan mujeres: La Abuela y La Diosa Joven.
En una carta, el poeta tabasqueño Carlos Pellicer, describió al escritor regiomontano Alfonso Reyes, su labor para colocar las piezas en la nueva área de la capital tabasqueña: “Figúrate un poema de siete hectáreas con versos milenarios y encuadernado en misterio. Naturalmente a orillas de un lago con algunos errores llamados cocodrilos. La semana próxima soltaré allí 14 venados, que le darán rápida puntuación a tan magnífico texto. Aquí en Tabasco ya sabes que se hila muy delgado. Cuando vas a cortar una flor, se te va, pues, resultó mariposa, y viceversa. No somos culpables”.
Actualmente, Villahermosa ha crecido, y frente al Parque Museo La Venta, pasa la moderna carretera Panamericana con destino hacia el sureste, pero el sitio museográfico sigue siendo un refugio natural en plena metrópoli, para conocer y admirar la primera cultura influyente en Mesoamérica, que talló hace tres mil años bloques de piedras para plasmar su tiempo y su historia, y la primera en trazar una urbe con sus centros ceremoniales y dioses protectores en medio de la selva.
Además, durante el recorrido por sus veredas conociendo cada una de las estelas, altares y cabezas colosales, los visitantes respiran el aire puro que producen decenas de árboles de guanos redondos, mango, cacao, mimbre, huapaque, cedro, palo mulato, ceibas, hule, epifitarias, etc. Y quizá cruzarse con algún sereque, monos saraguatos, chico solos, armadillos y hasta un oso hormiguero.