La oposición al nuevo Museo Nacional Olmeca ha sido más un asunto mediático que un movimiento ciudadano. Esto se debe a que hay un marcado interés político en este tema. Grupos de interés de la academia y de la política han estado inmersos en la discusión pública que este proyecto ha generado desde que se dio a conocer. Aunque hay también personas que de manera legítima se preocupan por el ambiente y la cultura.
Todo mundo ha alzado la voz y expresado su opinión, algunos de rechazo a esta propuesta del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Sus argumentos se basan en el supuesto de que se destruirá el Parque Museo La Venta, todo un referente cultural de la ciudad capital.
La autoridad ha dicho que el proyecto se encuentra en la fase de diseño y una vez que esté elaborado se dará a conocer, que no se piensa derribar ni un árbol ni dañar el entorno ni desmantelar ese espacio museográfico creado por Pellicer.
Por tanto, todo lo que se ha expuesto cae en el terreno de la especulación: que si provocará un “ecocidio”, que si se destruirá el legado del llamado “poeta de América”, que si acabará con el pulmón verde de Villahermosa, etc.
La sociedad tabasqueña en su conjunto no se ha manifestado como tal en las posturas a favor ni en contra del Museo Nacional Olmeca. Sin embargo, algunas personas han expresado su preocupación no por la suerte que pueda correr el Parque Museo La Venta, que pocos visitantes locales visitan, sino más bien porque el Tomás Garrido Canabal es un área de esparcimiento visitado por muchos, de convivencia familiar, sobre todo los fines de semana.
Quizá eso explique por qué no se han involucrado en las movilizaciones a las que han convocado organizaciones civiles. Si en las dos primeras marchas que se realizaron el primer fin de semana de junio hubo escasa presencia ciudadana; en la del domingo pasado, convocada por un grupo de mujeres denominado “Tabasqueñas sin miedo”, lo fue mucho más.
La concentración se programó para las cinco de la tarde y a esa hora no había asistencia de personas de la llamada sociedad civil.
Es más que evidente que este proyecto también ha sido tomado como bandera política por gente interesada, actores políticos que buscan capitalizar el supuesto descontento ciudadano, pero que han sentido el rechazo a su intervención en esta causa, como se lo manifestaron a la excandidata a la gubernatura de Movimiento Ciudadano, Minés de la Fuente.
Y en este río revuelto, académicos también han querido sacar su ganancia al asumirse como supuestos defensores del medio ambiente y del legado museográfico de Pellicer. Uno de estos es un personaje que se dice historiador.
LOS ENTRETELONES
Este “historiador” se ha convertido en un crítico contumaz del denominado “Gobierno del Pueblo”, pero no porque haya en su postura una actitud honesta y genuina, sino más bien interesada y resentida.
Durante la campaña del hoy gobernador, este “historiador” se sumó al equipo que encabezaba Salvador Manrique a quien le había encargado los foros de cultura y todo lo relacionado en ese ámbito. Cuando Javier May obtuvo su triunfo arrollador, este personaje y todos los que trabajaron con Manrique ya se habían repartido todos los puestos en la Secretaría de Cultura. La realidad los bajó de esa nube a la que ellos mismos se habían subido: Aída Castillo Santiago fue la elegida para ocupar esa dependencia y adiós cargos.
Desde ese momento, el personaje en cuestión no ha parado de expresar su repudio y rechazo a todo lo que diga o haga el gobierno estatal. Lo hizo cuando el conflicto estudiantil de Balancán, ha criticado con dureza a la titular de Cultura y ahora con el Museo Nacional Olmeca no es la excepción.
No hay duda alguna que él es el autor del desplegado firmado por “historiadores e historiadoras de profesión y radicados en Tabasco”, difundido el domingo pasado, en el que exponen su total rechazo a que se construya el nuevo museo, que será financiado con recursos federales casi en su totalidad.
En ese manifiesto, dirigido al gobernador, a la alcaldesa de Centro, a los medios de comunicación y “al pueblo”, quien lo redactó manifestó su total ignorancia al pedir que los recursos destinados a este proyecto se destinen a otras “urgencias”.
Se le olvida que ese recurso está etiquetado, que no se puede utilizar a otros fines por muy legítimos que sean, distintos para los que se programó; en primera, por ser dinero federal, el gobierno estatal no puede disponer de ellos a su antojo, y en segunda, porque entonces estaría cometiendo el delito de desvío de recursos públicos y se las tendría que ver con la Auditoría Superior de la Federación.
También se advierte en ese desplegado cierto interés de acomodarse en la nómina gubernamental, al proponer que “se inviertan los recursos necesarios para rehabilitar y proteger todas las piezas de los museos de Tabasco; especialmente deben actualizarse todos los museos, ya que muchos ni siquiera cuentan con un guion museográfico, la infraestructura y tecnología básica”.
Una cosa es haber cursado la licenciatura en historia que ser un historiador, hay una enorme diferencia. Habría que preguntar cuántos de los que firmaron el desplegado fueron o son alumnos del mencionado funcionario de la UJAT.
Por cierto, habría que preguntarle también a este historiador si ya terminó el archivo histórico que le encomendó el rector de la UJAT, Guillermo Narváez Osorio, que sabemos dejó inconcluso y por el que le dieron un sustancial adelanto. Bueno para la grilla, pero malo para el trabajo y en esta aventura arrastra a muchos bien intencionados.