Desde hace tiempo se sabía que Movimiento Ciudadano (MC) es un partido que recicla figuras políticas en decadencia o vinculadas a actos de corrupción. Personajes indeseables que ahora ocupan un escaño en el Senado o una curul en San Lázaro o que aquí en Tabasco sean parte de la actual legislatura sin mayor trascendencia.
También es de sobra conocido que en tiempos electorales anda a la pepena de políticos desechados por otros partidos para convertirlos en sus candidatos a puestos de elección popular a los que no pudieron acceder por la otra vía y que normalmente fracasan porque no representan nada. Ejemplos abundan.
Movimiento Ciudadano es una franquicia que se ofrece al mejor postor, controlada y regentada por Dante Delgado Rannauro, exgobernador de Veracruz en tiempos de Carlos Salinas. Eso es a nivel nacional y aquí en el estado el mandamás, el poder tras el trono es Pedro Jiménez León, un madracista de cepa y de dudosa reputación.
Dante y Pedro “Pueblo” son los que palomean, los que tienen la última palabra para la incorporación de sus flamantes adquisiciones. Lo mismo convergen priistas, panistas que morenistas y de otras expresiones políticas o de grupos políticos facciosos.
Por eso no extraña que MC se haya llenado, aquí en el estado, de adancistas. No es casual y sí muy sospechoso que una legión de prosélitos de Adán Augusto López Hernández ahora milite en el partido naranja.
Esas incorporaciones tienen un propósito muy claro: menguar la fuerza política de Morena y, en particular, del grupo político del gobernador Javier May Rodríguez, con quien tienen un pleito a cazado por el hecho de haberles quitado el poder y los privilegios.
La ventaja es que no son políticos que arrastren multitudes o que se caractericen por su honorabilidad. Son personajes cuestionados y controvertidos o figuras de papel a quienes les otorgaron los cargos por alguna gracia o algún favor que le hicieron a su jefe político, no por méritos propios o por capacidad y sagacidad políticas.
Cuando militaban en Morena se sentían poderosos o poderosas e intocables. Estaban en los cuernos de la luna. Eran el favorito o favorita de Adán Augusto. Escalaron posiciones mientras su líder tenía poder o se sentía poderoso por ser el “hermano” de AMLO.
Pensaban que los cargos de elección popular estaban escriturados a su nombre y que solo bastaba que dijeran: quiero ser diputado o diputada, alcalde o alcaldesa para que su postulación fuera un hecho.
La estrepitosa derrota en la contienda interna presidencial del jefe político se convirtió en una pesadilla para las huestes adancistas. Se sintieron en la orfandad política, porque su todopoderoso cayó en depresión, ni digería la dolorosa derrota. Se había creído que sería el sucesor, el ungido y la encuesta lo relegó al quinto lugar a pesar del derroche de recursos que caracterizó su precampaña.
JIMÉNEZ LEÓN Y EL NEOMADRACISMO
Ahí comenzó la desbandada hacia Movimiento Ciudadano. Primero, como un acto desesperado por quienes de pronto se vieron sin protección política y entendieron que, ante esa desgracia, sería imposible aspirar a ser esto o aquello en Morena.
Después, ya instalado en el Senado de la República desde donde le juega las contras a la presidenta, se aprovechó la coyuntura para incrustar en el partido naranja a ciertos personajes para ganar influencia al interior de MC y así poder conseguir la mayor cantidad de posiciones para tratar de arrebatarles alcaldías y diputaciones a Morena en el 2027, porque para ese fin habrá mucho dinero de por medio.
Es la disputa del poder y la pretensión de desplazar del mismo al grupo político que ahora lo ejerce en Tabasco. Si algo ha caracterizado al grupo político de Adán Augusto es que juega sucio, actúa y opera desde las alcantarillas porque lo suyo no es la política sino la politiquería.
El desprestigio y el descrédito que pesa sobre el jefe político de esa facción, por toda la podredumbre que ha salido con el escándalo causado por uno de sus miembros más distinguidos, el mentado “Comandante H”, es una loza muy pesada, un estigma que ha marcado a ese grupo y, quiérase o no, la gente lo tiene muy claro: representan lo más podrido de la política local.
El agravio que se le hizo al pueblo tabasqueño es imperdonable, no se puede ocultar, mucho menos en campaña. Entonces tampoco la tienen fácil los adancistas, porque además cargan con su propio desprestigio, como la más reciente adquisición de MC: Carlos Alberto Vega Celorio, un personaje oscuro que cuando fue alcalde de Tenosique saqueó las arcas municipales, y como director del Conalep, designado por Adán Augusto, pasó con más pena que con gloria.
Pedro Jiménez y a Adán Augusto tienen el mismo origen político: el PRI de Madrazo. Ahí se formaron, ahí aprendieron todas las mañas y las malas prácticas que a lo largo de su carrera política han puesto en marcha.
A López lo vimos operar en el Senado para que Morena tuviera la mayoría calificada con un costo político muy alto. Así es él, es parte de su ADN, y a Pedro “Pueblo” sigue siendo el mismo que conocimos cuando era el líder del Congreso con Roberto Madrazo.
En política no hay casualidades. Todo tiene una intención. La suya: recuperar Tabasco para convertirlo nuevamente en un santuario de mafiosos, en un pueblo sin ley. Solo que el pueblo sí tiene memoria, y si no que venga al estado el doble A para comprobarlo.