El evento del sábado en el Zócalo capitalino fue un espectáculo de vitalidad democrática que reafirma, una vez más, el pulso de un México que no se deja intimidar por las sombras del pasado ni por las tormentas del presente.
Ante más de 600 mil personas —cifra que no es mera retórica, sino un mar humano que desbordó la plancha y las calles aledañas—, la presidenta Claudia Sheinbaum no solo celebró los siete años de la Cuarta Transformación, sino que la blindó contra las embestidas de una oposición que, cada vez más, parece refugiarse en "realidades virtuales" de bots y campañas sucias, como ella misma lo señaló con precisión quirúrgica.
Fue un acto que mezcló euforia colectiva —con batucadas, consignas como "¡No estás sola!" y un cierre emotivo al estilo obradorista: "Por el bien de todos, primero los pobres"— con un mensaje firme de continuidad: inversión récord, empleo formal en alza, un peso fuerte y avances en salud que no son promesas etéreas, sino datos concretos que contrastan con el neoliberalismo que dejó un país fracturado.
Lo más impactante no fue solo la multitud —que incluyó contingentes de las 32 entidades, sindicatos como el SNTE y hasta un guiño internacional del presidente de Colombia Gustavo Petro, quien lo llamó "México progresista"—, sino el simbolismo de resiliencia.
En un 2025 marcado por protestas juveniles, el asesinato de un alcalde en Michoacán y el inevitable desgaste de cualquier gobierno, Sheinbaum sacó el pecho y respondió con hechos: la mayoría de los jóvenes, dijo, está con esta transformación humanista, no con las "alianzas con el conservadurismo" que buscan revertirla.
Es un recordatorio de que la 4T no es un monolito estático, sino un proyecto vivo, arropado por gobernadores, legisladores y, sobre todo, por un pueblo que acude no por acarreo —como algunos opositores insisten en X—, sino por convicción personal, caminando bajo el sol con banderas guindas y la esperanza de un "segundo piso" más justo.
El discurso de Claudia Sheinbaum en el Zócalo fue un ejercicio de precisión quirúrgica y pasión contenida, un verdadero manifiesto que duró más de una hora y que, ante ese mar de más de 600 mil almas, no solo conmemoró los siete años de la Cuarta Transformación, sino que la blindó como un proyecto inquebrantable, con raíces en el obradorismo pero con el sello técnico y sereno de una presidenta que sabe equilibrar datos con emoción.
En él, Sheinbaum no se limitó a recitar logros —aunque los enumeró con maestría: el salario mínimo que saltó de 88 a 315 pesos diarios, un incremento del 154% que pulveriza la inflación; 551 mil empleos formales este 2025, con un desempleo en 2.6%, el más bajo del mundo; reservas en 250 mil millones de dólares y un peso en 18,18 por dólar—, sino que tejió una narrativa de soberanía y resistencia que resonó como un llamado a las armas pacíficas.
UN ESTILO FIRME Y CLARO
Lo que más me impactó fue su desmantelamiento frontal de las "mentiras" opositoras: con un tono firme pero sin caer en la confrontación vulgar, señaló seis falacias recurrentes, desde exagerar la violencia hasta invisibilizar el avance en salud universal con las Rutas de la Salud y credencialización masiva, y las rebatía no con retórica hueca, sino con cifras y contexto, recordándonos que el neoliberalismo dejó un México de 50 millones en pobreza, mientras la 4T lo reduce a la mitad, convirtiéndonos en el segundo país menos desigual de América.
"Por más campañas sucias, compra de bots y alianzas con conservadores nacionales y extranjeros, no vencerán al pueblo de México ni a su presidenta", lanzó, y el Zócalo estalló en un "¡No estás sola!" que no sonaba a eco forzado, sino a convicción colectiva, arropada por contingentes de los 32 estados, sindicatos y hasta mensajes de aliados como el mandatario colombiano.
En el núcleo, el discurso hizo énfasis en la austeridad republicana como ética viva: "Reducir privilegios para destinar recursos al pueblo", repitió, en presencia de figuras controvertidas, un recordatorio implícito de que la humildad no es consigna, sino brújula.
Y en soberanía, brillante: tras su reciente encuentro con Trump, enfatizó que México mantiene una relación madura con Estados Unidos, comercio bilateral en auge, cooperación sin sumisión, pero "no somos colonia ni protectorado; somos un país libre, soberano, que rechaza golpes de Estado o injerencias".
Este discurso fue también un llamado a la unidad, invitando a todos, no solo a sus partidarios, a la militancia de Morena, sino a todos para construir ese "segundo piso" de la transformación. Sheinbaum no solo habló; lidero. Ratificó su liderazgo y se consolidó como lo que es: una presidenta poderosa.
