Ayer, 7 de diciembre de 2025, día decisivo para muchos miembros del béisbol que aspiraban a entrar al Salón de la Fama de Cooperstown (Baseball Hall of Fame), nuevamente se escuchó el nombre de Fernando “El Toro” Valenzuela, pero una vez más el salón no abrió sus puertas. El comité eligió finalmente solo a Jeff Kent, dejando fuera a Valenzuela, quien no obtuvo los 12 votos necesarios; de hecho, recibió menos de cinco.
El tercer golpe
No es la primera vez que Valenzuela queda fuera. Había sido candidato en 2003 y 2004, cuando su paso por la votación regular —impulsado por la prensa y los fanáticos— no logró reunir el apoyo suficiente. Este 2025 representaba una nueva oportunidad: su nombre apareció en la boleta del comité especial convocado para jugadores cuya era principal comenzó en 1980.
¿Por qué no bastó su legado?
Las razones van más allá de su carisma o impacto cultural, aspectos incuestionables. Para lograr la exaltación se requería una mayoría cualificada (75 % de los votos). En Cooperstown, los números —victorias y derrotas, efectividad, consistencia a lo largo de una carrera extensa— pesan mucho. El arranque fulminante de “El Toro” —con Cy Young y Novato del Año en 1981, Serie Mundial, ponches y un no-hitter— fue memorable. Pero su pico fue relativamente corto y sus números totales no convencieron al comité. Por otro lado, las reglas recientes establecen que, al no alcanzar al menos cinco votos, Valenzuela quedará fuera del próximo ciclo de votación hasta 2031.
Lo que su no entrada significa para México y América Latina
Que Valenzuela no entre al Salón de la Fama no reduce su valor simbólico. Fue —y sigue siendo— un ícono que llevó a millones de latinos a enamorarse del béisbol. Su arribo a las Grandes Ligas, su éxito inmediato, su carisma y su humildad lo convirtieron en puente entre culturas, inspiración para generaciones y símbolo de orgullo nacional. Muchos consideraban que su exaltación habría sido justicia tardía, un cierre simbólico a su historia.
No obstante, la historia no se define solo por placas de honor. El dolor de esta nueva negativa puede ser grande para los fans, pero su huella ya está marcada: en recuerdos, estadísticas, influencias y en cada mexicano que soñó con lanzar en las Grandes Ligas viendo una foto suya.
Reflexión final
Hay quienes dirán que el Salón de la Fama es un reflejo de estadísticas; otros, que debería reconocer el impacto cultural y el significado simbólico. En el caso de “El Toro”, al menos hoy, ganó lo primero. Pero más allá de la inmortalidad oficial, el legado de Fernando Valenzuela vive en cada estadio donde se grita “¡Vamos, Dodger!” con acento latino, en cada joven pelotero mexicano que busca brillar y en esa nostalgia que mueve generaciones, desde Etchohuaquila hasta Los Ángeles.
